Sanjuana Martínez
11/03/2013 - 12:00 am
Norberto Rivera, el cardenal incómodo
“Fue un error lo que les hizo el padre, pero es mejor que esto no se sepa. Es mejor que ustedes no vayan a la policía, porque luego los perjudicados van a ser ustedes. Todos se van enterar de lo que les pasó. Es mejor guardar silencio, para que ustedes no salgan dañados”. Así les […]
“Fue un error lo que les hizo el padre, pero es mejor que esto no se sepa. Es mejor que ustedes no vayan a la policía, porque luego los perjudicados van a ser ustedes. Todos se van enterar de lo que les pasó. Es mejor guardar silencio, para que ustedes no salgan dañados”.
Así les dijo el cardenal Norberto Rivera a algunas víctimas del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar, a quien el purpurado mexicano protegió y sigue protegiendo para evadir la acción de la justicia.
La historia se remonta a 1997 cuando el padre Aguilar fue denunciado luego de violar a más de 60 niños en la Sierra Negra de Puebla durante unos años antes, precisamente en el momento en que Norberto Rivera era obispo de Tehuacán.
Rivera fue nombrado arzobispo primado de México el 13 de junio de 1995, pero mantenía contacto regular con la diócesis a la que sirvió y en donde protegió contra viento y marea al cura pederasta Nicolás Aguilar. Las víctimas fueron a denunciarlo, pero él protegió al sacerdote desde el primer momento, según dijo Sergio Sánchez Merino, una de sus víctimas, al que entrevisté:
Fueron cuatro niños los que finalmente decidieron denunciar al padre Nicolás ante Norberto Rivera: “Los niños fuimos a la casa del obispo Rivera. Él ordenó que no dejaran entrar a las mamás, que sólo pasáramos los niños por separado. Nos fue atendiendo uno por uno. Recuerdo que me pidió que le contara todo. Luego me dijo: “A ustedes pronto se les olvidará lo que el padre Nicolás les hizo. La Iglesia les dará asesoría sicológica y con el tiempo ya no se acordarán”.
A Sergio y a todos sus compañeros de la Primera Comunión que fueron abusados por el padre Nicolás, les cambió la vida. Algunos encontraron refugio en el alcohol o las drogas; otros más, nunca volvieron a ser plenamente felices. A ninguno de los 60 niños, la Iglesia les brindó ayuda psicológica.
Sergio recuerda que lo que más le impresionó fue la insensibilidad de Norberto Rivera. Dice que cuando vio al actual cardenal, le pidió que le contara cómo sucedieron los abusos. Cuando terminó de narrar los hechos, le dijo: “Tienes que entender que el padre Nicolás es un hombre enfermo. Ustedes olvidarán pronto lo que les hizo. Al rato, ya ni se acordarán. Deben saber perdonarlo. El padre es un hombre enfermo”.
Rivera Carrera consideraba que la pederastia clerical era una “enfermedad” y no un delito, por eso trasladó al padre Nicolás Aguilar a Los Ángeles en 1988 y bajo un código secreto se lo notificó a su homólogo, el cardenal Roger Mahony. Ambos son cómplices de conspiración a la pederastia, por eso fueron procesados ante la Corte Superior de California.
Durante 18 meses, el padre Nicolás violó a 26 niños en la Diócesis de Los Ángeles. Cuando llegaron las nuevas denuncias el cardenal Mahony lo trasladó a México en 1989 y el cura continuó siendo sacerdote, esta vez, en el Distrito Federal, donde luego violó a más niños, entre ellos, a Joaquín Aguilar, el representante de SNAP en México (Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes) quien posteriormente de manera valiente y comprometida denunció a Rivera ante las autoridades estadounidenses al no encontrar justicia en los tribunales mexicanos.
El Cardenal Norberto Rivera Carrera es un protector reincidente de curas pederastas. Lo ha hecho durante toda su carrera eclesiástica. Primero con Marcial Maciel, luego con Nicolas Aguilar y muchos otros. De hecho, ha dirigido dos “clínicas” donde supuestamente la Iglesia “cura” la pederastia clerical: la Casa Damasco en la colonia Postal y la Casa o Fundación Rougier ubicada en el kilómetro 31 de la carretera México-Pachuca y la Hacienda Ojo de Agua, en el Estado de México. Ambas casas son como hoteles de cinco estrellas donde Rivera Carrera cree que la pederastia clerical se cura a base de Evangelio, ejercicio y pastillitas para disminuir el apetito sexual de los depredadores con sotana.
No todos los sacerdotes toleran los abusos sexuales del clero como Norberto Rivera. Recuerdo haber entrevistado al padre Tacho, Anastasio Simón Hidalgo, párroco de San Gabriel Chilac: “Norberto Rivera siempre mostró un desinterés hacia los fieles”, me dijo al recordar que el cardenal nunca le importaron las víctimas: “El problema de Norberto Rivera es que no tiene sensibilidad pastoral, ni sensibilidad humana, ni cristiana”.
Efectivamente. El cardenal mexicano presente en Roma para participar mañana en el cónclave que elegirá al nuevo Papa, ha dicho de manera cínica, como sólo puede hacerlo quien se sabe impune, que las víctimas de abuso sexual de sacerdotes que lo acusan de encubridor pueden seguir señalándolo, porque a él no le afecta.
“Pueden seguir haciendo el ruido que quieran”, dijo, “Yo no tengo ningún problema si ellos desean continuar realizando propaganda para su organización. Hace muchos años realicé declaraciones, hace mucho tiempo que los tribunales de Estados Unidos me absolvieron y confirmaron que no tengo culpa alguna en este tema”.
El cardenal Norberto Rivera Carrera miente. Miente como siempre ha mentido. Miente como está acostumbrado. Miente como lo ha demostrado en múltiples ocasiones. Tiene ocho procesos abiertos en los tribunales estadounidenses. Nadie lo ha absuelto. Ningún tribunal ha dicho que es inocente, tampoco han dicho que no tenga “culpa alguna”. Por el contrario, los jueces de Estados Unidos lo siguen investigando en ocho causas interpuestas contra él.
La lucha de las víctimas de pederastia clerical continúa. Acompañados por el abogado Jeff Anderson, un luchador social que sigue buscando justicia y reparación en Estados Unidos para las miles de víctimas de abuso sexual de sacerdotes y que ya ha conseguido llevar a los tribunales a cientos de curas pederastas y sus encubridores obispos y cardenales.
Son las víctimas las que han solicitado al Vaticano que no permita que los cardenales encubridores de curas pederastas participen en el Cónclave y menos que de este grupo sea elegido el nuevo Papa, pero como siempre, la Santa Sede no escucha a los que más han sufrido con este tipo de delitos deleznables.
La llamada “docena sucia” de cardenales, donde está incluido obviamente el cardenal Norberto Rivera Carrera, incluye también a los cardenales estadounidenses Timothy Dolan, Donald Wuerl y Sean O’Malley, el australiano George Pell, el checo Dominik Duka, el canadiense Mac Ouellet, así como el ghanés Peter Turkson y los italianos Angelo Scola y Tarcisio Bertone, cardenal secretario de Estado del Vaticano.
Conociendo el pasado y presente de Norberto Rivera Carrera y su actitud de desprecio ante las víctimas, no es de extrañar que el purpurado se burle de quienes han sufrido las consecuencias de los crímenes sexuales del clero católico.
No nos extraña la insolencia, la desvergüenza o la desfachatez del cardenal Rivera, lo que verdaderamente resulta patético y tristemente célebre es la impunidad endémica que cubre a este tipo de Príncipes de la Iglesia, quienes a pesar de todo, finalmente serán electores en el cónclave.
Tal vez, las acusaciones y demandas no sean importantes para el purpurado mexicano, pero lo cierto es que, gracias a la valiente lucha de las víctimas, Norberto Rivera Carrera jamás será Papa; jamás se cubrirá de gloria, ni tendrá una estatua de santo; mucho menos será beatificado.
Por el contrario, Norberto Rivera Carrera, pasará a la historia como lo que es: un cardenal encubridor de curas pederastas.
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